Santa Teresa de Jesús
Teresa de Jesús es una santa que rompe los moldes de santidad de su tiempo. Descubre la plenitud por el camino de la oración, del encuentro con Dios, con Jesucristo: el Dios hecho hombre por amor a los hombres.
Es una santa simpática, alegre y sin extravagancias, que «no lo parece» ya que como comentan sorprendidas las descalzas reales «come, duerme y se ríe» como nosotras… Teresa no se ajusta al cliché de santidad de su tiempo, ella está más allá de la mentalidad que impera. Ha encontrado a Jesús al Dios que la ama y se ha convertido de Teresa de Ahumada a Teresa de Jesús. Mujer que gracias a su educación familiar se pone a escribir para expandir, contagiar y animar con su experiencia gozosa a hombres y mujeres de entornos diferentes. No sólo escribe libros sino infinidad de cartas (donde se descubre lo que piensa realmente ya que esos escritos escapan de la lectura de los inquisidores). Y lo hace con sabiduría y audacia, contagiando su arrolladora experiencia de haber encontrado a Dios, al amor de su vida, por el arduo y dificultoso camino de la oración. Camino arduo el de esa búsqueda de un corazón apasionado, pero que no queda sin recompensa.Teresa lanza y empuja a todos a seguir este camino seguro al cielo, el camino de la oración, de la vida hecha oración enteramente dirigida a Dios un Dios cercano que está siempre presente con nosotros, que no deja de mirarnos para darnos todo, darse Él todo… Camino al cielo ya en la tierra porque como ella dice por propia experiencia en Camino de perfección: «donde está el cielo allí está Dios y no es menester dar grandes gritos para buscarlo» pues lo tenemos en el alma…
Flexible y abierta sin miedo a lanzarse por Dios allí donde pueda ser servido. Para ello se adapta a la realidad y no le detienen las dificultades encontrando la manera de salir airosa por caminos nuevos. Atenta y abierta al Dios que descubre y redescubre en el Evangelio y por ende en la Biblia libro discutido en ese momento doloroso de crisis en la Iglesia que le toca vivir.
Quiere que sus monjas sean alegres, amigas fuertes que se amen sin excluir a ninguna y cultiven sobre todo las virtudes más que penitencias. Desprendidas de títulos y honras, del propio parecer, del qué dirán… Humildes como su Maestro al que sirven e imitan. Almas esponjadas, no apretadas y sin apocamientos ni temores. Ella habla de todo ello con sencillez, por propia experiencia contagiando buen ánimo para evitar a los suyos perder el tiempo atascados con falsas humildades y enredos y temores que hacen perder la ruta.
Muestra el camino para vivir y ser auténticos, transparentes y libres bajo la mirada amorosa y siempre atenta del Esposo «que no quita los ojos de vosotras». Quiere a sus hijas con ánimos animosos, alegres y sencillas, sinceras. Inventa los recreos para expandir y convivir más intensamente sus hijos y todavía se conservan hoy castañuelas, instrumentos musicales con los que alegraba la casa e imploraba al Esposo por las necesidades del mundo, de la Iglesia y de sus casas.
Teresa es mujer y sabe que tiene mucho que decir y que como ella las mujeres pueden y deben discernir, decir y decidir. No lo tiene nada fácil pero las dificultades no le detienen, se agarra a Dios, se aferra a Jesús y sigue adelante. Sufre incomprensiones y ella desahoga su alma con su Esposo (estos hijos de Adán…) y eso le da alas para volar y lanzarse a escribir y fundar, y convertirse en lo que es hoy la santa maestra de oración que se hace muy cercana y cuya sabiduría queda acreditada como primera mujer Doctora de la Iglesia.